DAMIÁN DE MOLOKAI, AL IGUAL QUE JESÚS, DIO LA VIDA POR SUS AMIGOS Y AMIGAS.
En estos tiempos de pandemia y ante tanta angustia e incertidumbre conviene tener presente la fuerza salvadora de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, y también recordar algunos hechos hermosos de la actualidad. Como por ejemplo, los testimonios de nuestros modernos héroes del Covid-19. Ellos imitan y evocan para nosotros el ejemplo de un gran santo: el Padre Damián de Molokai.
Cada 15 de abril se conmemora en el mundo católico, el paso por la vida de San Damián, insigne sacerdote belga, que consagró su vida al servicio de los leprosos en la isla de Molokai, en el archipiélago hawaiano. Nosotros como Congregación lo celebramos en Mayo, resaltando su enorme testimonio de vida, que lo llevó a ser Santo.
Con su testimonio de entrega al servicio de los leprosos en Molokai, Damián encarnó aquella enseñanza de Jesucristo en la Última Cena con sus discípulos: «Nadie tiene mayor amor que aquel que da su vida por sus amigos». (Jn, 15,13)
Nacido en Bélgica en 1840, se consagró al servicio de Dios en la Congregación de los Sagrados Corazones. En 1864 fue enviado a Hawaii, y ordenado sacerdote allí, lejos de su familia y amigos, pero con un gran ardor apostólico para llevar el amor de Dios a todos, en especial a los más necesitados.
Pocos años más tarde, pidió y acogió con alegría el mandato de sus superiores de ir a la isla de Molokai, que era una especie de campo de segregación de los leprosos de todas esas islas de Hawaii. Y allí consumió su vida, dándolo todo por esos hombres y mujeres marcados por esa terrible enfermedad que los excluía de la sociedad. Después de 13 años de compartir su vida con los enfermos, contrajo la lepra que lo llevó a la muerte en 1889.
Su santidad fue reconocida y afirmada por el Papa Benedicto XVI, quien lo canonizó en el año 2009.
Damián fue conocido en su tiempo como el héroe de los leprosos. Hoy en esta pandemia que vivimos también hay héroes, muchos de ellos anónimos, que están contribuyendo a acompañar a muchos enfermos y atenderlos con cariño y dedicación. A ellos va desde, lo más profundo de nuestro corazón, nuestro homenaje y agradecimiento. Que san Damián los cuide y los proteja, en especial a todo el personal de salud que se está jugando su propia vida en favor de quienes más lo necesitan, tal como Damián nos enseña.
«Nadie tiene mayor amor que aquel que da su vida por sus amigos».
(Jn, 15,13)
